Soy de ciudad, poco me ha interesado observar la naturaleza; sin embargo, poco a poco después de vivir en provincia descubro nuevas actividades como el senderismo o caminar por lugares históricos. Éstas me han regresado esa inquietud de infancia ¡sí! De niña me detenía a observar los hoyos, la tierra y las plantas. Hoy en día que soy adulta, el cambio de residencia de una gran ciudad, me ha sentado bien.
En un segundo aire, vuelvo a mirar la vida. Crecer como madre, me ha llevado a sembrar ¡plantas! Poco a poco me deshago de esas ideas de pulcritud y limpieza en mi ropa y la de mi hija. Un niño sí debe ensuciarse, meter las manos en la tierra, un palito a la boca, cuidar que no se trague nada, pero dejarlo que experimente la na tu ra li dad de la vida.
Un niño observa, siente el pasto y se expande, vuelvo a esa naturalidad de la vida. Entonces dejó a mi hija, curiosear el pasto y las plantas y yo puedo descubrir nuevas formas de vida, así vuelvo la mirada a la naturaleza.
Hay tantas formas de educar como formas en la naturaleza, nada es rígido, las estructuras son necesarias para contenernos durante el crecimiento, pero son cambiables y variables, sirven según la época y el lugar. Las formas se adaptan al clima y el tiempo, no podemos dejar de ser humanos, pero sí, podemos cambiar nuestras forma de relación, educación, ideas cuando sea necesario. Sólo es cuestión de observar y curiosear un poco.
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