Las muñequitas de papel, esas que vendían en los puestos de periódicos en la esquina. Un día, de esos familiares.
Mi padre llegó del trabajo, con su morral de maestro y su saco con parches en los codos.
Casi siempre compraba algunos cuentos para mí, desde ahí me convertí en una lectora voraz de los cuentos y las historias.
Un día, llegó con una bolsa de plástico, y dentro había planas y planas de ropa para recortarla.
Tenía las piernas gruesas, cachetona, con cabeza grande y mejillas rojas. Sonriente con sus ojos grandes y pecas, no puedo olvidar...las pecas.
La fascinación consistía en recortarla a ella, la ropa y poner las pestañas de papel, para que se sostuvieran sobre su cuerpo, con los diferentes modelos coquetos de última moda.
Zapatos y sandalias, falditas, vestidos, sombreros. Ella tenían de todo.
Ni la primera Barbie, provocó en mí, esa misma sensación de la muñequita de papel.
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