por: Javier Garay
Lolo perdió su voz, no la encuentra por ningún lado. Busca por aquí, por allá. La última vez que la escuchó le hablaba a romeo, su perro… Ellos hacen muchas cosas juntos, corren por todos lados, sacan la basura del bote, juegan con la comida, y esconden los zapatos de los papás de Lolo.
Lolo perdió su voz, no la encuentra por ningún lado. Busca por aquí, por allá. La última vez que la escuchó le hablaba a romeo, su perro… Ellos hacen muchas cosas juntos, corren por todos lados, sacan la basura del bote, juegan con la comida, y esconden los zapatos de los papás de Lolo.
Lolo espera a que mamá lo lleve en las mañanas con Chuy, su abuela. Papá pasa por él en las tardes a casa de chuy. Al llegar a casa Lolo busca a romeo, porque romeo sí le responde –guaf, guaf, dice romeo. Cuando mamá y papá llegan a casa, se sientan frente a sus computadoras –así le llaman ellos-, y se olvidan todo.
Chuy sabe muchas cosas. Ella observa a Lolo, sabe cuando algo no está bien. Mira cómo Lolo busca por el aire su voz, toma una bolsa y sube una pequeña escalera que está en casa de Chuy -para estar más cerca del cielo, piensa Lolo-, pero no es suficiente.
Chuy se acerca a Lolo, le pide que se meta a la casa, porque pronto lloverá y con el caer de la lluvia su voz regresará. Lolo no entiende, pero espera dentro de la casa y observa las gotas a través de la ventana.
Cuando deja de llover. Chuy toma de la mano a Lolo, salen de casa. Observa bien –dice chuy-, aquí está un pedacito de cielo. Ten cuidado de no caer en él. Lolo mira el charco que la lluvia dejó, ahh –exclama Lolo- porque siente que va a caer al cielo. Ahí está tu voz Lolo –dice Chuy-, y papá y mamá también.
Mamá y papá llegan juntos y hablan con él, no llevan computadoras, y dicen que pasarán por romeo para dar un paseo. Lolo, ya no está triste.
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